Añoro un barrio
y no el de ahora
sino el de antes.

Era y es un barrio grande
de anchas calles
y viviendas de dos plantas.
Un barrio alegre
elegante
con su plaza
y su templete
sus dos quioscos
y su fuente
su salón de juegos
sus futbolines y sus billares
de los de antes
sus tres cines
el Granados, también teatro
el Roxy, de enamorados
y el otro, el de verano.
Su mercado de abastos
y sus tiendas en las calles
pero no, no eran todo a cien
eran todo a mano.
Y sus listas
con sus deudas anotadas
en papel de estraza
no eran bancos
eran tiendas
daban crédito
a sus vecinos
que pagaban
en pesetas.
Sus calles
sin motos y sin coches
pero llenas de chavales
con su fútbol
con sus cromos y sus tellas
con sus trancos y sus tabas
los pañuelos y peonzas
sus estampas, sus canicas
y sus juegos...
¡Churro va!
Churro media-manga mangotero
adivina lo que tengo en el mortero
¡media-manga!
Era un barrio alegre.

En sus noches de verano
vecinos, silla en mano
a sus puertas bajaban
tomaban fresco
algunos hasta dormí­an
y sus puertas
quedando abiertas.
Tertulias se formaban
y cuentos se contaban
aquellos que de retiro pasaban
las buenas noches daban.
Por San Juan en Hogueras
sus vecinos
calles engalanaban
y todo el vecindario colaboraba
el lechero, el frutero, el panadero
el relojero, el farmacéutico,
el carnicero, el droguero,
el albañil, el ferretero...
todos al uní­sono
para competir en belleza
otorgando premio
a la calle mejor engalanada.
Añoro un barrio
lleno de vida
poco dinero había
pero este se suplí­a
con felicidad y armoní­a.
Allí nací y me bautizaron
en su iglesia
San Juan Bautista
Añoro un barrio
era mi barrio
como cualquier otro barrio
de los de antes y no,
como los barrios de ahora.