Informacion Adicional
Poema Lirico-Escénico.
Al lector:
Ignoro si los crepúsculos de otras tierras, vencen en belleza a los de la costa levantina. Se que los de ésta, son maravillosos. En ocasiones, la magnificencia de sus tintas me pareció insuperable. A su contemplación años atrás y a sus recuerdos hoy, debe mi espíritu los momentos más gratos de emoción estética. Les debe también en gran parte, la gama de colores a que, de cuando en cuando, tiene que recurrir mi pluma para desempeñar oficios de pincel. Les es deudor por último, de la concepción de esta obrita.
Las páginas que siguen son la estela que dejó en mi pensamiento un crepúsculo de mi país natal.
Las puestas de sol encierran siempre algo de religioso misterio. Las palabras de la Naturaleza en esa hora, son dulces y suaves, pero un tanto contradictorias. Nos dicen que muere el día y que Arimán se acerca con su legión de sombras; y al propio tiempo nos hablan con más elocuencia que nunca, del reino de la luz. Porque cuando el sol penetra más en el alma y la ilumina mejor, no es cuando está en el cenit, sino en el ocaso. Desde las alturas, como divinidad omnipotente, nos confunde y nos deslumbra. Apenas nos deja verle. Desde el ocaso, como en la tragedia de la Cruz, nos emociona y nos llama. Apunto de ocultarse tras las montañas, parece más cerca de nosotros: lo está sin duda, de nuestro corazón. Por eso lo llena de extraño misticismo. La hora del crepúsculo es la de soñar con los ojos abiertos.
Concebida la idea fundamental de mi libro en una de estos sueños, era preciso, antes de desarrollarla, buscarle cauce adecuado. ¿Poema a la manera clásica? ¿Leyenda oriental? ¿Cuento de niños? Nuestro genial compositor Oscar Esplá, me sacó de dudas: el desenvolvimiento del asunto debía acomodarse a las lineas generales de un poema lírico-escénico. La música correría a cargo de mi insigne paisano. Tan halagüeño ofrecimiento colmaba mis mayores aspiraciones. Aceptando la idea con gratitud y alegría propias del caso, hube sin embargo de insinuar una observación. ¿Como podría responder un escenario a las exigencias mínimas de una fábula que comenzaba en la Tierra para acabar entre las llamas del Sol?
Mi buen amigo me salió al paso, recordándome que no era yo el llamado a juzgar en definitiva esta clase de dificultades. Escrito el poema en sucesión de escenas mudas, se deduciría después la forma posible de representarlo, publicándose luego la correspondiente adaptación lírico-escénica. A mí solo me incumbía, situar la fábula entre bastidores. Así lo hice.
Por último: dado el espíritu de nuestros tiempos, tan tolerante con las ideas más atrevidas, no sería extraño atribuir a este trabajo el propósito encubierto de resucitar filosofías paganas. Nada más lejos de mi ánimo. Si recurrí al ambiente de los viejos mitos, fué por parecerme mejor que el nuestro para amparar mi fábula. Y si en ésta se encuedntran pensamientos audaces, es porque el proceso de la fantasía en la producción artística ha de sujetarse a un mínimo de exigencias lógicas; y es así mismo porque el Arte no puede cuidarse directamente de la verdad de las cosas sino de su belleza. Aunque también es cierto que por todas partes se va a Roma.