ALFREDO ARACIL/ALICANTE

Como una obligación impuesta con la mayor naturalidad y la mejor de las realidades Ángeles Ferrándiz Pérez, ama de casa, esposa y madre de Ángel y Daniel, de 9 y 8 años de edad, respectivamente, recorre a diario el trayecto de Cox a Alicante y regreso, para estar puntual en sus puestos números 1 y 2 del Mercado Municipal de Benalúa.

En ellos, como lo hiciera el anterior propietario, esta dinámica empresaria ofrece a sus clientes toda clase de frutas y hortalizas surgidas en las huertas de la Vega Baja del Segura alicantino. Sin embargo ello no le ha supuesto un obstáculo para tratar de innovar la mercancía y amoldarse a las sugerencias de quienes a diario la visitan en demanda de artículos y productos que se crían y cultivan más allá de nuestras fronteras.

Y como ella misma dice, “si me piden mango, papayas, chirimoyas, manzanas o cerezas, las traigo porque yo me debo a mis clientes. Poco a poco he tenido que ir adaptándome a sus necesidades, que al mismo tiempo son las mías, porque no puedo ni debo quedarme anquilosada con los productos típicos, tradicionales y sabrosísimos de nuestra huerta. Que eso nunca lo dejaré”.

Desde sus inicios como trabajadora por cuenta ajena hasta que consiguió independizarse y contar con un negocio de su propiedad, esta joven y emprendora mujer no cesa en su lucha por estabilizar su contacto y confianza con los clientes que como ella misma afirma, “son el sustento diario de mi forma de vivir. Por esta razón me tengo que esforzar en dar servicio a los demás”.

Mientras tanto los clientes, por su parte, manifiestan que “Ángeles ha sabido ganarse nuestra confianza por su amabilidad, su entrega, su simpatía y deseos de agradar. No hay producto que le encarguemos que no nos lo facilite”.

Pese a esta rutina diaria de desplazarse hasta su residencia, la joven empresaria dedica la tarde a reponer existencias y efectuar las compras y encargos necesarios. “Pero que nadie piense que descuido la atención de mi casa, porque eso es sagrado”, manifiesta.

Entre los momentos buenos que vive en la parada, relata la presencia de un cliente que siempre acude con prisas, lo que hace que en alguna ocasión se deje olvidado algún producto. “Una vez se dejó un kilo de mejillones y los preparé en casa y me los comí. Y no ocurrió nada”, asegura con una sonrisa.

Fuente: Las Provincias