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Francisca Bonmatí Sempere: crear hogar como bandera
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Alma máter del Grupo Bonmatí y socia fundadora de AEFA
- 19/11/2024
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8-M TODO EL AÑO

19 de noviembre. Día Internacional de las Mujeres Emprendedoras, instaurado en 2014 por Women’s Entrepreneurship Day Organization. Cada año, desde entonces, el Consejo de Naciones Unidas acoge esta celebración que reconoce el esfuerzo y valor de las mujeres emprendedoras en todo el mundo

Elvira Rodríguez:

La conversación transcurre en la misma planta que un día fuera Autosoca, el taller de reparación de coches que Pedro Soro, esposo de Francisca Bonmatí, tenía en Benalúa. En la actualidad es la sede de la firma Soro Bonmatí, donde los hijos de Pedro y Francisca –Asunción, Víctor y Cristina–, la tercera generación de una larga trayectoria inmobiliaria, como constructores y como promotores, trabajan en el lanzamiento de Residencial Alona, una nueva promoción de viviendas en Benalúa Sur, siguiendo la estela visionaria de su madre, «¿Por qué no?», como solía decir. El local guarda la estética de entonces, el túnel para cambiar los tubos de escape, que siguen tras el cristal; maquinaria, y hasta los luminosos amarillos que lucían a ambos lados de la entrada. Está también María, hija de Asunción, y la nieta mayor. Es un día sin colegio y está en la oficina, como tantos otros que los pequeños Soro Bonmatí pasaron acompañando a sus padres: «Recordamos jugar al tranco los fines de semana en los pisos piloto; hasta no hace mucho se trabajaba los sábados y domingos, y los viernes hasta tarde; la conciliación era posible, pero ¿cómo?, vivíamos a tres calles de la oficina, venía nuestra madre o íbamos».

Pedro Soro Giner (1940) se dedicó a su taller hasta la década de los ochenta, en que animó a su suegro, Rafael Bonmatí Andreu (1920-2006), padre de Francisca Bonmatí Sempere (1945-2020) a sumar la actividad promotora a la constructora. Entonces, Francisca, su hermano Rafael y Pedro «formaron un triunvirato. Nuestro padre se encargaba más del área comercial, nuestro tío de la técnica y de captación de suelos y nuestra madre del área administrativa y financiera; eran administradores solidarios de todo, salvo en lo institucional, que delegaron en Francisca, quien se convirtió en la persona visible de la empresa, era su primus inter pares. Asunción, Víctor y Cristina, además de su empresa Soro Bonmatí con su padre, siguen en Grupo Bonmatí, junto a su tío y su padre, aún activos. Rafael y Francisca tienen una hermana, catorce años más joven, María Asunción, que «optó por la moda, abrió La Castafiore, la tienda más exclusiva y bonita que ha habido en Alicante; también se encarga de la estética en la familia, de que fuéramos siempre bien vestidos», dice Cristina. Además, completa Asunción, «era un enorme apoyo para nuestra madre, cuando ella no llegaba, estaba tranquila porque su hermana se ocupaba de sus hijos».

Torrellano
Francisca, «torrellanera», era conocida como Paquita; «la gran fuerza y coraje de nuestra madre proviene de sus abuelas», intervienen los tres hermanos: «Dolores Andreu era comadrona en el pueblo, y Raimunda Pérez, que enviudó en la Guerra Civil, siempre tenía una culleraeta en su estanco para quien llegara hambriento. Nunca pasaron necesidades –contaba Paquita a sus hijos–, acompañaba a la abuela Raimunda a intercambiar tabaco por comida. Finita Fenoll y Angelita Guilabert, muy cercanas a la familia, recogían a nuestra madre y a su amiga Mª Rosa Cano para llevarlas a las playas vecinas; con ellas conversaban sobre viajes, estudios, siempre de superación. Mª Rosa y nuestra madre estudiaron inglés en lugar de francés; nuestro abuelo decía que era el idioma del futuro. Cuando celebramos el sexto cumpleaños de María en la casa natal, fuimos antes al Museo del Ferrocarril de Torrellano para mostrar a toda la familia cómo había podido estudiar gracias al tren. Contaba que su madre –Francisca Sempere Pérez– le acompañaba al autobús que salía a las seis de la mañana para Alicante; y, con el hermano de Mª Rosa, volvían en tren, donde siempre se colaban». María recuerda esa fecha y su primera palabra sobre su abuela es «guapa» y, tras pensarlo, añade «muy sonriente y cariñosa».

Cuando el padre de Paquita se estableció por su cuenta tenían la oficina en casa y «después de hacer los deberes, Paquita preparaba el pago a los trabajadores. Había visto a su padre ir a trabajar en bicicleta de Torrellano a la Vila Joiosa, sabía lo que era el esfuerzo y había que colaborar». La madre de Paquita, que iba sola a los viajes de la parroquia, se ocupaba de que su hija «estudiara, creciera intelectualmente, disfrutara conociendo mundo y vistiera muy bien siempre» recuerdan sus hijos. Paquita «quería ser universitaria y estudiar Farmacia que, animada por su madre, cursó durante tres años en Granada. Por razones familiares tuvo que regresar y años más tarde «terminó Magisterio e Información y Turismo, aunque nunca ejerció como tal. Nuestra madre, estamos seguros, hubiera sido visionaria en cualquiera de los ámbitos que emprendiera; se reinventó como empresaria del sector inmobiliario, dando lo mejor de sí misma, como frecuentaba decir. Ése es el legado que nos ha dejado».

El lunes 4 de octubre de 1971, día de San Francisco de Asís, Paquita y Pedro se casan. Recuerda Víctor cómo «al día siguiente fueron a trabajar y cuando pudieron, se marcharon de luna de miel a Italia en su coche, un Caravelle descapotable». La boda se celebró en la Parroquia de la Inmaculada Concepción, de Torrellano, que a finales de 1958 comenzó a edificar el padre de Paquita. «Avanzada la construcción y a pesar de los donativos aportados, el cura párroco, D. Antonio Fuentes Romero, llamó a D. Rafael para decirle que no tenía más medios, quien contestó: ‘La iglesia se acaba, si no puede pagarme ahora, ya lo hará a mis hijos o nietos, pero la terminamos’». Y así fue, sigue recordando Francisco Sempere Botella, cronista de Torrellano, «en 1968 el templo se consagró y se pagó poco a poco». Terminar la iglesia era bueno para Torrellano, razonaba nuestro abuelo, «al igual que nuestra madre diría muchas veces sobre algunos proyectos, si hay que acometer algo que no es rentable, pero es necesario y bueno para la sociedad, hay que hacerlo».

Cuando nació Asunción ya vivían en Alicante, y «nuestra abuela dijo que nuestra madre necesitaba ayuda, puso un anuncio y se presentó María Ángeles Martínez, Angelita, que empezó con 14 años. A punto de cumplir medio siglo a nuestro lado, sigue ocupándose de nuestro padre». Recuerdan cómo «Angelita es una más de la familia, nos recogía del cole, se ocupaba de nosotros hasta que llegaban nuestros padres, a veces más tarde de las once de la noche; nos turnábamos después para acompañar a nuestro padre que la llevaba a su domicilio; nos acostábamos tarde, la verdad». «En casa nuestros padres casi siempre hablaban de trabajo, nos hacían partícipes, conocíamos los problemas y lo bueno; no eran protectores, era un ‘búscate la vida’, algo que hoy agradecemos y valoramos, nunca nos ocultaron nada, ni en el trabajo ni en lo personal» comenta Asunción, y Cristina agrega: «Con su ejemplo nos han enseñado a no mentir, a no rendirnos, a cuidar y valorar las cosas, porque cuestan esfuerzo, dinero, alguien pensó en su creación y dedicó su tiempo». «Cada año, desde que cumplí los seis, sigue Cristina, hemos organizado un viaje familiar largo. Mantenían así la familia muy unida. Y, al llegar los nietos, seguimos haciéndolo». Cristina tiene un hijo (Javier) y Víctor, tres, (Pedro, Carmen y el pequeño Álvaro, que no conoció a su abuela). Cuando sus nietos visitaban a Paquita, salía a despedirse a la puerta y, mientras sonreía, tamborileaba con sus uñas, siempre impecables, un sonidito alegre en la ventanilla del coche. Adoraba a sus nietos, «su mayor ilusión era verlos crecer, algo que repetía mucho cuando veía cerca su final».

«Aunque nuestra madre fue de las primeras en conducir –un Seat 127 color amarillo, con el que todos aprendimos y que, cuando llegó a mis manos, se paraba todas las semanas, sonríe Cristina– nos pedía que la acompañáramos a Proyecto Hombre, donde fue tesorera, para que conociéramos qué se hacía allí y nos recordaba las palabras de Vicente Ferrer: «Para conseguir grandes cosas hay que construir de pequeño a grande»; siempre estaba dispuesta a colaborar, como en la Fundación Basílica de Santa María, Fundesem, Provía e Ineca, asociaciones de las que formó parte. A la par, en Grupo Bonmatí se construyen y crean hogares y se siente especial orgullo por su papel relevante en la activación de zonas de la ciudad donde han sido pioneros de los conjuntos residenciales Villa Teresa, como San Blas, San Gabriel o Benisaudet. En San Blas vieron la luz coincidiendo con la salida de la crisis de 1992 y los últimos Villa Teresa Sport 1 y 2 fueron las únicas promociones de VPO en el municipio de Alicante, construidas durante la larga crisis de 2008. Y ya los hermanos Soro Bonmatí, como administradores de Alejandría Promo, SL trabajan desde 2015 en alianza con otras empresas familiares, siendo los más emblemáticos los proyectos emprendidos por Parque Mariola, SL en PAU 5 y Sant Joan d’Alacant.

Compromiso empresarial
Corría 1989 y en España bullía el espíritu del 82. Nombrado ya el Patronato del V Centenario Ciudad de Alicante (1490-1990) –presidente el alcalde José Luis Lassaleta; vicepresidente, el rector de la Universidad de Alicante, Ramón Martín Mateo; y comisario, Carlos Mateo– «además de las actividades que destacaran la ciudad y su historia, se plantea hacer algo enfocado al futuro», recuerda el periodista José María Perea, entonces concejal del Ayuntamiento de Alicante. Organizan «una reunión con los empresarios Manuel Peláez Castillo y Jesús Muñoz» y una segunda en el Hotel Sidi San Juan con decenas de empresarios» para «generar condiciones de progreso para la provincia» en palabras de Ginés Conesa, autor de Club de Inversores, crónica de una ocasión perdida. «Nace el Club de Inversores, una iniciativa privada; muchos de esos empresarios provinciales se mantienen y se nombra el consejo de administración, al que suman, entre otros, a dos únicas mujeres empresarias: Paquita Bonmatí y Carmen Ayela», explica Perea. «En una época donde ni en COEPA ni en la Cámara de Comercio había representación femenina, el Club es pionero en incorporarla», termina Perea, añadiendo antes que «la visión más próxima a este Club en Alicante es el Instituto de Estudios Económicos de la provincia de Alicante, fundado en 2007 por Joaquín Rocamora».

Paquita y Carmen Ayela se conocen en la reunión del Sidi. Recuerda Carmen que «los empresarios en esa época eran casi todos varones; al principio fui la única que ejercía con despacho propio en Alicante, integrada en el Colegio de Abogados». Remarca que «nunca el mundo empresarial alicantino se mostró machista o descontento con nuestra gestión en el Club» y añade que «tener una compañera de la altura profesional, empresarial y visión cosmopolita de Paquita fue un honor, un privilegio; las dos queríamos hacer cosas importantes para la ciudad y la provincia. Paquita lograba crear ambiente familiar y amable en su empresa; y era una gran madre y esposa, preocupada por su familia siempre. Junto a todos sus valores destaco su sencillez, empatía y humildad, te hacía quererla. Si disentía en algo, se expresaba con una educación, cercanía y cariño que verdaderamente convertía sus opiniones en referencias; imposible negarle la razón. Era muy divertida y simpática, como Pedro, su esposo, que venía siempre a recogernos al finalizar las reuniones del consejo de administración; él sabía que Paquita era muy inteligente y apoyaba su actividad; en aquella época eso era muy necesario». Recuerda también Ayela que, desde el Club impulsaron y se logró el establecimiento en Alicante de la OAMI –hoy EUIPO– que de forma tan importante ha situado nuestra ciudad en la Unión Europea». Explica Perea que «el gran proyecto del Club fue el Triángulo Alicante-Elche-Santa Pola, desarrollado por el urbanista Alfonso Vegara; cuyas ideas se aprovecharon en Elche Parque Industrial, la Institución Ferial Alicantina y la intermodalidad del aeropuerto». Otro logro fue el Colegio Británico después de muchos sufrimientos. Pese a ellos, «el último consejo de administración del Club –2001– mostró su generosidad renunciando a mayores beneficios en favor de la continuidad del centro educativo», escribe Conesa.

Fue la única mujer en la constitución de la Asociación de la Empresa Familiar de Alicante

Manuel Peláez Robles, hijo de uno de los impulsores del Club, recuerda: «Mi padre tenía un gran poder de convocatoria, estaba en contacto con todos, poseía una energía inacabable. Eso sí, había algunas personas que eran uña y carne con mi padre, y mi padre con ellos, como Vicente Sala Belló, Paquita Bonmatí o José Orts Serrano, con quienes tenía hilo directo y credibilidad mutua. Es de admirar ese espíritu que tenían grandes empresarios influyentes en esa época, vocaciones tan comprometidas con la sociedad son difíciles de encontrar en la actualidad, dedicaban mucho tiempo y esfuerzo a terceros; seguramente no haya a nivel nacional un equipo como ése».

Maite Antón Puntes, presidenta de la Asociación de la Empresa Familiar (AEFA), recuerda a Manuel Peláez Castillo como «un precursor, constante y convincente, que promovía todo cuanto creía bueno para su entorno; fue quien trajo desde el Instituto de la Empresa Familiar ese modelo a la provincia, creía que la empresa familiar era lo más importante, de donde emergía todo. Refirió entonces esta idea a 32 empresas familiares, entre ellas Grupo Bonmatí, y fundan AEFA en 1995». Paquita «creía en las personas, en hombres y mujeres –a quienes hay que apoyar por sus méritos, no por ser mujer–, que trabajando juntos se conseguían los logros; no se amedrentaba ante nada, tenía firmeza y determinación, y al mismo tiempo humanidad y bondad; una persona faro para todos, con su ejemplo y su palabra. Paquita hizo algo muy diferencial: además de su familia, asumió responsabilidades empresariales, asociacionistas y sociales; empresarias había, pero mujeres en el asociacionismo, era más difícil. Y cuando consideró que debía delegar, entregó su relevo a su hija Asunción». En 2012, AEFA destacó a la empresa familiar de Paquita por su labor; en 2019 realizó un homenaje a Paquita Bonmatí y Pedro Soro como empresarios séniores y también fueron galardonados en la celebración del veinticinco aniversario de la asociación. Poco después de fallecer Paquita, en 2020, la Unión Empresarial de la provincia de Alicante premió el fomento de la mujer en el asociacionismo de AEFA. Recibí este galardón como su presidenta, me acompañó Asunción y se lo dedicamos a su madre, la única mujer en la constitución de AEFA».

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