Placeta de Benalua 2013
Datos Historicos
Detalle Volutas de Fuego Año 1928
Seccion Datos Historicos - Personajes

Imprenta Lucentum
Informacion Adicional
Poesias.

AL LECTOR

Hay un período crítico en la vida, el de la primera juventud, único en que nos es dado algunas veces elegir armas y campo de combate. Poco después es tarde, y apercibidos o inermes para la lucha, hemos de aceptarla allí donde el destino nos la impone. Vencemos o sucumbimos, principalmente por disponer o no de las armas y el campo que nos corresponden.

Mis gustos y aficiones me impulsaban a cultivar las letras. Creí de buena fé, con la candidez del niño, que ellas podrían conquistarme un nombre a cambio de inmolarles mi actividad entera.

Por otra parte, mi experiencia del mundo, naturalmente, escasísima en aquellos años, era sin embargo suficiente para dejarme comprender, que el pan de cada día no suele ganarse escribiendo renglones cortos o inventando cuentos a la manera de Scherezada.

Pedir a las musas honra y provecho, es pedirles demasiado. Era pues sensato, dejar las letras y emprender trabajos más útiles aunque más ásperos.

Algo trágico vino a complicar el problema: mi pérdida total de la visión en plena adolescencia, hachazo que la suerte descargó sobre un árbol débil todavía. Herido el tronco, mal podría la savia alimentar las ramas, ni dar éstas mucho fruto. Mi capacidad para las cosas prácticas, como dice la gente, quedó punto menos que anulada con aquel percance. Si a su amparo me hubiese abstenido de intentarlas, nadie ni mi propia conciencia habría podido reprocharme. Todo me llevaba a disparar sonetos a la Luna o componer historias maravillosas, porque al fin y a la postre era la loca de la casa quien menos mal saliera del contratiempo. Sin embargo, tuve bastante dominio sobre mí mismo para resistir la tentación. Aparté mi plima del Arte, con objeto de emplearla en otros menesteres, y abusando acaso de mis fuerzas seguí una carrera universitaria. Decir si fué con adversa o próspera fortuna, no viene al caso; el hecho es que sacrifiqué mis inclinaciones a la prosa de la vida.

Mas por grande que fuera mi apartamiento de las letras, no lo fué tanto que me impidiese dedicarles los paréntesis, tan breves como contados, de mis quehaceres habituales. La mayor parte de lo que hice, pereció oportunamente en el fuego; algunos trabajos, llegaron por excepción al público; el resto, notas y apuntes casi todo, quedó en espera de mejores tiempos que me permitiesen concluirlo y publicarlo. Caso de esperar en vano, se perdería poco si se perdía algo.

Así pasaron los años hasta llegar al 1925 en que mis consocios del Ateneo quisieron conocer mi modesta labor poética. Un distinguido actor, D. Francisco Fuentes, nombre que estampo con verdadera gratitud, se brindó a recitar los versos. Cumplió magistralmente su ofrecimiento: en el Teatro Principal el 15 de Febrero, y en el Ateneo el 18 del mismo mes. Compuesto el auditorio de amigos y paisanos, no pudo menos de mostrarse benévolo conmigo, llevando su cariñosa acogida al extremo de inducirme a publicar las poesías.

Aquí las tienes, lector amigo, henchidas de sinceridad y troqueladas en el lenguaje más claro y sencillo que me fué posible. En ellas no pretendo hablar con los Dioses, sino con los hombres mis hermanos. Llenar de luz y color su pensamiento, de ritmos y tonos gratos sus oídos, y de optimismo y alientos su corazón, es todo cuanto me propuse al escribir en verso. Si alguna vez lo consiguiera quedaría contento, aunque mis renglones cortos pareciesen largos a los doctores de la lírica.

Esto no implica censura ni menosprecio de las orientaciones modernas. Tengo un espíritu bastante amplio para respetar todas las tendencias, seguro de que tal respeto contribuye siempre al triunfo de la mejor. No me atreveré yo a defender la suficiencia de los cauces antiguos, para conducir el caudal de las fuentes nuevas. Tampoco negaré a éstas la frecuencia con que superan en calidad a los manantiales seculares. Pero aun así, creo honradamente que huyendo de las sendas viejas, no hemos encontrado todavía las que puedan sustituirlas de manera estable con ventajas de monta. Privar al verso de toda influencia musical, poner en labios de las musas un lenguaje sembrado de extravagancias e impedir que la poesía busque ansiosa el corazón del pueblo, serán cosas geniales, pero temo que no sirvan de mucho mientras la masa de las gentes no esté formada de genios. Mis alas no pueden ni intentar volar tan alto.

Por último, lector querido: si este librito no te enoja demasiado y quieres piadosamente saber algo más del autor, pasa la mirada por las páginas que siguen. En ellas encontrarás la autobiografía que hube de redactar hace pocos años para una revista de la Corte. A guisa de prólogo, y a falta de otro bueno, permíteme reproducirla ahora.
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